En el Imperio Romano, cuando fallecía un emperador, el Senado evaluaba el mandato del finado. En la mayoría de las veces, el resultado era positivo y el emperador muerto, pasaba a respetarse en un lugar de honor como el que se les dedicaba a los antepasados.
En algunas ocasiones se producía la Apoteosis y el emperador era nombrado Dios y desde ese momento era objeto de culto divino.
Pero muchas ocasiones, más de 25, el balance se consideró negativo y se declaró la Condena de la Memoria, la Damnatio Memoriae.
Desde ese momento el nombre del emperador era borrado de toda inscripción, documento, fresco o columna. Sus estatuas eran decapitadas y hasta su esfinge en las monedas acuñadas eran totalmente eliminada. Pero esa acción se realizaba de una manera tosca y burda, sin disimular, dejando restos para que se supiera que aquel emperador había sido sometido a esa condena.
Ahora Damnatio Memoriae es el resultado de una reflexión permanente y dolorosa durante un año de mierda y muerte.
Es un ejercicio de catarsis. Es una limpieza necesaria para afrontar otros proyectos fotográficos.
Damnatio Memoriae es un ajuste de cuentas personal.
40 fotografías que se exponen en el Museo Virtual Blanco sobre Negro, hasta el 1 de mayo.
Enlace al Museo Virtual, aquí